jueves, 3 de septiembre de 2015

La locura de Martínez Montañés.

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Sevilla es una ciudad en la que desde hace mucho tiempo, el valor estético de sus fiestas religiosas ha marcado un antes y un después, un conjunto de cambios para conseguir los máximos fieles, creyentes y sobre todo una sociedad católica. El arte tuvo que ver mucho en estos cambios, por no decir que fue lo que más llamó la atención de los fieles.
En la Semana Santa podemos decir que hay arte, historia y sobre todo fe que es lo que buscaba los artistas mediante sus obra para atraer a más fieles. Como ya sabemos, en Sevilla, las primeras procesiones de la época medieval se formaban por un cortejo (corto) y al final de este, un crucifijo de poco tamaño o una reliquia. Pero claro, como hemos dicho anteriormente, el clero realizaba estos actos para atraer más personas a la iglesia y a la oración ya que en aquellos tiempos la sociedad no tenía en cuenta a la iglesia y a las procesiones no asistía apenas nadie. Entonces, a principios del siglo XVI y muy final del siglo XVI se empezó a procesionar por las calles Sevillanas con imágenes de Crucificados de mayor tamaño con materiales poco pesados como la pasta de madera o el papelón pero no serían de tamaño natural como fue el Crucificado de la Vera-Cruz o el del Mayor Dolor de la Bofetá. Con estas procesiones la sociedad eclesiástica vio como más personas acudían a los actos religiosos pero la verdadera causa que originó el gran estallido de las procesiones y de la semana santa como la conocemos hoy en la actualidad, fue tras el acontecimiento del Concilio de Trento y la Contrarreforma de la Iglesia Católica ya que se dejaría una gran libertad
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para el arte en las procesiones y hermandades, como por ejemplo fue el principio de las procesiones de las Dolorosas y las inmensas obras en cantidad que había en Sevilla. Tras este importantísimo acontecimiento, en Sevilla se crea la primera escuela de imagineros comandada por "El Viejo" y por Jerónimo Hernández. Se empieza a buscar en las imágenes sagradas la llave que abriera la devoción de los fieles ya que anteriormente, en los cristos renacentistas, los imagineros se inspiraban en campesinos con aspecto pobre, por el cual al darse cuenta de que no atraía a los fieles, se cambió totalmente de mentalidad gracia a la escuela sevillana donde se daría esas primeras pinceladas barrocas en busca de la llave que abrieran los corazones de las personas hacia las imágenes sacras. La primera persona que supo llegar más al corazón de los fieles, salió del taller del "Viejo" y de nombre, Martínez Montañés. Nace en Alcalá la Real (Jaén). Era el único varón de seis hijos que había tenido su madre, desde chico se le ve en sus manos un arte y soltura que muy poco tenían, entonces en el 1579 se traslada con su familia a la que le acompañó a todo los lugares que fueron. Con doce años comenzó su formación escultórica en el taller del maestro Pablo de Rojas, del cual, a lo largo de la carrera de Montañés se notaría su
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influencia en las esculturas de sus crucificados. Cuando termina la formación con Rojas, se traslada a Sevilla donde empezaría a trabajar con Gaspar Nuñez Delgado y examinado por Gaspar de Águila para acreditar su suficiencia en la escultura y el diseño de los retablos. Como hemos dicho
anteriormente, al final del siglo XVI, se empezaría hacer las imágenes para atraer a fieles y destacó por encima de todos Montañés, ya que creó en sus obras una gran comunicación y serenidad hacia el orante que parecía que sus vivos dialogaban y escuchaban al orador. Su primera gran obra para Sevilla fue el portentoso San Cristóbal asentado en la Iglesia del Divino Salvador. Pero claro, la sociedad eclesiástica no tardó mucho en enterarse de este gran imaginero nacido para el arte religioso y al ver que sus imágenes atraían a muchas personas, pues se le pide en 1603 por encargó del canónigo de la Catedral de Sevilla Mateo Vázquez para su capilla funeraria donde aún se conserva el contrato de la talla. Montañés no sabía lo que en un futuro próximo iba a salir de sus manos, una talla que, hoy, todavía nos resulta inexplicable. Pero tuvo que llegar ese día de que la hermandad de Pasión le encargara la talla del Nazareno Sevillano, llegaron los días en que el maestro no encontraba la forma perfecta, llegaría desde el cielo poco a poco la Pasión de Sevilla la cual traería unos angelitos las llaves que abriría las puertas de la máxima adoración de las imágenes,y por fin llegó ese día que hasta el propio Martínez Montañés se volvió loco de amor ya que cuando estaba a solas con el señor, le decía que hablase, que no se lo iba a contar a nadie. Al ver como Dios se convirtió en madera y que de la madera naciera la Pasión de Sevilla, que hasta el arzobispo, le dijo que tenía un defecto, que no hablaba..

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  • Imagen 1: Lienzo de la Avenida de Luis Montoto en la época medieval donde vemos algunas procesiones por la calle hasta llegar a la Cruz del Campo.
  • Imagen 2: Antiguo dibujo de un cortejo escoltando a una santa reliquia.
  • Imagen 3: Crucificado de la Clemencia, conocido en Sevilla como el Cristo de los Cálices (1603).
  • Imagen 4: Antigua fotografía en la que vemos al Señor de Pasión, obra de Martínez Montañés (1615).

Miguel Ángel Gilarte.

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